Mejoramos la Institución Educativa La Unión de Belén de Bajirá, un colegio creado para enseñar a pesar del conflicto armado

  • La Institución Educativa La Unión en Belén de Bajirá acoge a 2.300 estudiantes del municipio más joven del Urabá chocoano. Fue creado hace 23 años por comunidades desplazadas por la violencia en las veredas de la región.
  • El Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa (FFIE) y el Fondo de Programas Especiales para la Paz de la Presidencia de la República desarrollaron obras para mejorar su infraestructura.

Ignacio Mosquera es el rector de la Institución Educativa La Unión, en Belén de Bajirá (Chocó). Llegó a la zona desplazado con los estudiantes y padres de familia de la vereda La Florida. Para continuar con la enseñanza de las niñas, niños y jóvenes, la comunidad decidió construir un nuevo colegio. Así cuenta su historia:

Antes de estar en la IE La Unión, usted fue profesor rural. Cuéntenos un poco más de esa etapa.

En ese entonces, antes del año 2000, estaban las escuelas unitarias. Yo trabajaba en la vereda La Florida, saliendo hacia Riosucio, con el modelo de Escuela Nueva. En 1999 se agudiza la situación de orden público. Trabajaba allá con dos compañeros más y el 1 de mayo de 2000 llegamos acá, a este corregimiento, desplazados con los padres de familia y estudiantes. De ahí es que nace nuestra institución.

¿Por qué a Belén de Bajirá?

Porque la comunidad tenía acceso aquí, es más cerca que la cabecera municipal de Riosucio, estamos como a unos 10 kilómetros de la vereda. En ese entonces, todas las veredas fueron desplazadas al corregimiento, algunas personas se fueron hacia otros lugares.

¿Cómo fue ese momento del desplazamiento?

Nos cogieron y nos llevaron a un lugar, a la comunidad, docentes, estudiantes, padres de familia, y nos reunieron allá. Estuvimos un tiempo detenidos y ya como unas cinco horas después nos dijeron que teníamos un día para desocupar todo ese territorio. Entonces nos tocó salir.

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¿Cómo decidieron crear una escuela?

Eso fue la comunidad, los padres de familia. Nosotros como docentes teníamos que presentarnos a nuestro director de Núcleo, pero los padres de familia dijeron: «¡No! ¡No pueden dejarnos solos! Nosotros vamos a llamar, a hacer lo que se pueda para que ustedes nos atiendan acá hasta que las cosas se normalicen». Llamamos al director, al alcalde y nos autorizaron.

Las instituciones, las iglesias Cuadrangular y Presbiteriana, y la Casa de la Cultura nos prestaron un espacio para atender a los estudiantes. Los padres de familia me dieron el liderazgo para estar al frente de la escuela y, gracias a Dios, hasta hoy he sido el rector, acompañado de unos coordinadores y unos profes ‘pilosos’, y de padres de familia que han venido apoyando el crecimiento de nuestra institución.

Usted entonces puede decir que creó una escuela para resistir al conflicto y para seguir estudiando a pesar del conflicto.

Gracias a Dios, él es el que nos ha dado esa sabiduría y fuerza para lograr esto. La idea es seguir hasta que Dios lo permita.

¿Qué es lo más difícil que ha hecho como docente?

Yo creo que esos tiempos de desplazamiento, uno se levantaba y solamente era encomendarse a Dios para poder saber que estaba vivo. Había que seguir luchando por la comunidad, no fue fácil en esos tiempos estar en estos territorios.

Antes de llegar a esta zona estaba en Cacarica como docente, de allá salimos desplazados también con todas las comunidades, hacia Turbo.

¿Qué le decía uno a los niños en esa época de violencia?

Eso era difícil. A uno como docente le toca ser médico, psicólogo, padre, entonces le tocaba a uno estar allí con ellos, consolarlos porque hubo muchos niños que también perdieron sus padres; la población tiene muchas madres cabezas de familia.

No es fácil un niño que está enseñado a vivir en el campo, tiene allá todo y luego es desplazado, ve tanta violencia, hay que trabajarle la parte de la autoestima, la superación de las dificultades.

Fue duro, pero gracias lo hemos ido logrando y hoy decimos que estamos en Belén de Bajirá en un remanso de paz, uno ve la población y no cree que se vivió esa vida en los tiempos anteriores.

¿Cómo fue construir la escuela?

Iniciamos en unos locales prestados. Este terreno era de una organización campesina que se había disuelto. Primero me decían que era de Corpourabá, fui e investigué y me dijeron que no tenían nada qué ver. Averigüé con el Ministerio de Agricultura, fui y allá me dijeron que cuando una asociación se disolvía, los enseres pasaban a la comunidad.

Investigué con el presidente de la Junta de Acción Comunal y en primera instancia nos dieron un comodato de este terreno. Luego llegó otro presidente con más sentido de pertenencia y nos donó este espacio. Lo hicimos un poquito más grande comprando unos lotes a los lados.

¿De dónde salía la plata?

Hacíamos gestiones con los padres de familia, hacíamos tamales, almuerzos y algunas entidades nos ayudaron también.

¿Hace cuánto el Estado no intervenía con mejoras?

Ya tenía como unos ocho años que no había una intervención del Estado acá. La primera intervención fueron cinco aulas por Ley 21. Desde ahí, ni la alcaldía ni la gobernación intervinieron, todo hemos sido nosotros. Hasta ahora que llegaron el FFIE, Fondo Paz y el Ministerio.

Ahora nos queda la tarea de cuidar las obras de mejoramiento, que es la más difícil, pero vamos a lograrlo.

¿Cuántos años lleva siendo profesor?

Tengo 35 años de ser maestro.

¿Por qué decidió ser maestro?

Mis papás me habían metido en la mente que yo iba a ser mecánico diésel. Pero terminé el bachillerato en una Normal y me gustó cuando estuve haciendo las prácticas, compartir saberes con los estudiantes, ayudar. Yo digo que la mejor forma de dar es educar, enseñar, es lo que no se le olvida a uno. Yo me acuerdo de mi primer maestro, hoy que tengo 56 años. Yo creo que cuando nosotros estamos en esta profesión, estamos haciendo patria, estamos formando, estamos ayudando a construir nuestra Nación.

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