En las profundidades de la selva amazónica, a 53 kilómetros de Leticia y sobre la margen izquierda del majestuoso río Amazonas, se encuentra el resguardo indígena Macedonia. Para algunos puede parecer un territorio remoto, pero es el hogar de al menos 1.200 personas, la mayoría de ellas perteneciente a las etnias tikuna, cocama, yagua, uitoto, miraña y tanimuca.
El viaje para llegar hasta allí desde Bogotá implica tomar un vuelo hasta Leticia y luego emprender una travesía fluvial ascendente por el río Amazonas, el más largo y caudaloso del mundo, durante la cual se despliega ante los ojos de los viajeros la inmensidad del cauce, rodeado a ambos lados por exuberantes bosques donde cada ciertos kilómetros aparecen pequeños caseríos.
El resguardo Macedonia es una comunidad pluriactiva. Los hombres de este rincón amazónico son reconocidos por ser expertos talladores de la madera palo sangre y las mujeres diestras tejedoras de la palma chambira. Además, se dedican a la agricultura, cultivando plátano, yuca, verduras y frutas, y son hábiles pescadores y cazadores que dependen de los recursos que les brinda la selva para su subsistencia.
Macedonia también desempeña un papel crucial en el turismo del departamento de Amazonas. Su estratégica ubicación en la ruta entre Leticia y el municipio de Puerto Nariño, así como su proximidad al Parque Nacional Natural Amacayacu, fundado en 1975, hacen de este resguardo un punto de interés turístico para aquellos que buscan experiencias auténticas de la selva más grande del mundo.
El surgimiento de Macedonia como un destino turístico data de la década de 1980, cuando los intercambios entre artesanías indígenas y el dinero de los turistas se intensificaron con la apertura del Amacuyacu. En los noventa, alianzas con operadores turísticos de Leticia consolidaron a Macedonia como una parada en los trayectos hacia el Parque y Puerto Nariño. Esto llevó a la creación de ‘Munane’ en 2003, la primera casa artesanal del resguardo, ubicada estratégicamente frente al puerto principal, lo que la hizo el epicentro comercial de la comunidad.
Hoy en día, Macedonia es conocida como un «paso obligado» para los turistas. Además de los productos artesanales, la comunidad ofrece servicios de alimentación, hospedaje, guías para avistamiento de fauna y flora, talleres de elaboración de artesanías, pesca y canotaje por el río Amazonas. Así, Macedonia se presenta ante el mundo como un territorio de tradición, biodiversidad y hospitalidad.
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EL NUEVO COLEGIO
Un día cualquiera a mediodía, bajo un cielo nublado y una intensa humedad, en las estrechas calles del resguardo se fusionan el murmullo constante del río, como un eco ancestral, los sonidos de perros, gatos y gallinas que deambulan libremente, y las risa y algarabía de decenas de niños y niñas que cambian de jornada escolar, algunos apenas llegan a clases y otros se dirigen a sus casas.
La arquitectura de las pequeñas casas de madera, algunas con fachadas adornadas con dibujos de la fauna local como papagayos, caimanes, monos araña y delfines rosados, se entremezcla con la imagen de la Maloca Barü, donde hospedan y atienden a los turistas; y algunas de las aulas de la anterior sede de la Institución Educativa Francisco de Orellana, también fabricadas con madera, con techos de fibra y hojas vegetales, que han sufrido el paso de los años y los estragos del clima.
En contraste, en la parte más alta del territorio ahora resalta una nueva construcción: la nueva sede de la Institución Educativa Francisco de Orellana. Su tamaño no pasa desapercibido, se extiende por 2.162 metros cuadrados. Los colores amarillo, verde y azul de la fachada captan aún más la atención de nativos y visitantes que navegan el río Amazonas. Esos tonos fueron cuidadosamente seleccionados por la propia comunidad educativa: docentes, directivos, estudiantes y padres participaron en un concurso para definir la paleta de colores que ahora identifica esta sede educativa.
“Esto es un sueño. El sueño de nuestros ancestros que llegaron acá hace 53 años y querían ver un colegio acá en la comunidad. Como docente estuve muy pendiente de esta construcción, de preguntarles a los niños y niñas de qué colores querían los salones, y ahora viendo la Institución Educativa Francisco de Orellana tengo mi corazón palpitando de alegría porque hemos tenido antes unas condiciones muy precarias… Yo dicto clase en un salón de escuela dominical prestado por una iglesia donde no hay ventilación ni iluminación”, manifiesta Graciela Mireya Morana, habitante y docente de Macedonia.
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LOS RETOS DE LA CONSTRUCCIÓN
El Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa (FFIE) y el Consorcio BI5 debieron sortear grandes retos logísticos, geográficos, climáticos y económicos para transportar materiales a lo largo de miles de kilómetros por tierra, agua y aire para construir este colegio. Cientos de toneladas se movieron en camiones hasta Putumayo y luego en bongos por los ríos, mientras que otros insumos llegaron en avión hasta Leticia y después continuaron la vía fluvial. Algunos de estos viajes duraron meses.
“Un viaje desde Puerto Asís hasta Leticia, en condiciones normales toma veinte días, pero tuvimos periodos donde nuestros barcos demoraron hasta dos y tres meses para poder transportar materiales. El calentamiento global y el Fenómeno del Niño redujeron en ciertas épocas los niveles del caudal de una manera sorprendente y preocupante”, explica Jaime Augusto Tamayo, representante legal y socio del Consorcio BI5.
En el departamento de Amazonas existen 130 sedes educativas, 38 de ellas en Leticia. De estas, diez se encuentran en el área urbana de la capital y las 28 restantes en zona rural. Según datos del Ministerio de Educación Nacional, en total se atienden a 21.224 estudiantes. El 68,85% de esta población estudiantil (14.613 estudiantes) está centrada en la capital.
Sin embargo, la extensión territorial de Leticia es de 5.968 kilómetros cuadrados, casi cuatro veces más grande que Bogotá y, con excepción del casco urbano, todo su territorio es selvático. Esto evidencia la complejidad de ejecutar una construcción de esta magnitud en un entorno tan remoto.
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Este nuevo centro educativo no solo impactará a cerca de 500 estudiantes pertenecientes a las etnias Tikuna, Cocama, Yagua, Uitoto, Miraña y Tanimuca, proporcionándoles espacios dignos para el aprendizaje y crecimiento, también generó empleo en ese territorio. Siete de cada diez personas que participaron en su construcción hacen parte de las mismas comunidades que se benefician directamente de esta obra. Con sus manos y herramientas, contribuyeron a levantar cada pieza del colegio.
“Yo nací y crecí aquí en Macedonia. Me siento orgullosa, como mujer, de demostrarle a todos que sí podemos trabajar en obra aunque sea difícil. Tengo tres hijos que van a estudiar en este nuevo colegio tan maravilloso y ellos también se sienten orgullosos de mi trabajo”, asegura Yuri Verónica Rodríguez, una de las personas oriundas de esta comunidad que hizo parte de la obra de construcción.
Dada su ubicación privilegiada en el pulmón del planeta, la Institución Educativa Francisco de Orellana fue concebida para integrarse armoniosamente al ecosistema. Por eso, en ella se implementaron soluciones amigables con la naturaleza, como un sistema para tratar el agua de consumo, otro para reciclar el agua de lluvia y un sistema de filtración de aguas residuales.
CONSERVAR LO ÉTNICO
Macedonia es uno de los 710 resguardos indígenas que existen en Colombia donde la Constitución Política de 1991 declaró la oficialidad de sus lenguas en sus territorios, se reconoció el derecho que les asiste a los grupos étnicos con tradiciones lingüísticas propias a una educación bilingüe, facilitó los mecanismos institucionales para la participación de las comunidades en la dirección y administración de su educación y estableció el derecho que tienen a una formación que respetara y desarrollara su identidad cultural.
En un mundo cada vez más globalizado, donde los cambios y transformaciones sociales, económicas, naturales y culturales son constantes, la tendencia hacia la homogeneidad de las condiciones de vida a menudo conlleva a la pérdida y sacrificio de identidades, especialmente para las minorías poblacionales.
Para preservar la educación étnica de los seis pueblos que habitan en y alrededor de Macedonia es que el Ministerio de Educación Nacional, a través del Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa, invirtió en la construcción de este colegio, edificado con espacios amplios, seguros y cómodos que representa un refugio para estas comunidades con un lugar propicio para el aprendizaje donde pueden preservar y transmitir a las futuras generaciones su identidad, tradiciones, pensamientos ancestrales, lengua, usos y costumbres arraigadas en el territorio que llaman hogar.
“Yo siempre, toda mi vida, he estado en este colegio y ver la nueva sede que todos soñaban me hace sentir muy feliz. Es algo inspirador para mí y los demás estudiantes seguramente sentirán lo mismo porque ya vamos a tener el mismo rango de conocimiento que los otros colegios y vamos a tener más oportunidades para cumplir los sueños”, dice Jhojany León, estudiante de la I.E. Francisco de Orellana.
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De acuerdo con la Encuesta de Calidad de Vida ECV 2019-2021 del Dane, entre 2020 y 2021, los colegios del departamento de Amazonas tuvieron un mayor número de niños presentes, como lo refleja la cifra de inasistencia escolar que pasó de 41,0 a 5,0. Sin embargo, este no fue el caso para las cifras de rezago escolar, analfabetismo y bajo logro educativo, que aumentaron de 34,3 a 44,1; de 5,8 a 6,9; y de 48,2 a 51,5, respectivamente
Para combatir la inasistencia escolar y mejorar las cifras relacionadas con educación en el Amazonas es que cobra relevancia una nueva infraestructura como la de la Institución Educativa Francisco de Orellana, que refleja la importancia otorgada a la calidad educativa y al bienestar de la comunidad con 17 aulas de preescolar, básica y media, baterías sanitarias, laboratorio, aula polivalente, comedor, cocina, zona administrativa y cancha recreativa.
“Este tipo de obra creo que es la primera en el departamento de Amazonas, yo diría que ni siquiera en las cabeceras municipales, Leticia y Puerto Nariño, tienen esta obra y nos alegra bastante que podamos tener esa infraestructura porque cualquier niño en todo el país tiene derecho a estar en un salón digno de estas condiciones. Aquí llegan estudiantes de siete comunidades aledañas por vía fluvial, por el río, pero ahora están llegando de otras comunidades que están viendo el nuevo colegio y quieren matricular acá los muchachos”, cuenta el rector de la Institución Educativa Francisco de Orellana, Apolo León Peña.
Este proyecto representó una inversión de $16.121 millones, $12.640 millones aportados por el Gobierno Nacional a través del Ministerio de Educación, y $3.481 millones por la Gobernación de Amazonas. Una colaboración que demuestra los esfuerzos por conservar y fortalecer las identidades culturales y ofrecer oportunidades educativas de calidad a comunidades étnicas en entornos únicos como la selva amazónica.