Casi la mitad de las escuelas de Norte de Santander está en las áreas rurales del Catatumbo, en zonas de muy difícil acceso. El equipo del Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa (FFIE) mejoró la infraestructura de varias de estas sedes, para potenciar los proyectos de vida de sus estudiantes y comunidades.
¿Cómo es estudiar en el Catatumbo? ¿Por qué invertir en infraestructura educativa en la zona? Esta es una de las principales apuestas del Gobierno Nacional para garantizar una mejora sustancial en el bienestar y las condiciones de las comunidades, que en las últimas décadas han sufrido las consecuencias de las violencias, del conflicto y del control territorial de los grupos armados.
También es una respuesta al reclamo de las comunidades, del Acuerdo de Paz de La Habana y de la Reforma Rural, para romper con algunas causas del conflicto armado y asegurar la construcción de la paz en una región que concentra poderosos intereses legales e ilegales.
¿Cómo es el Catatumbo?
El Catatumbo es exuberante. Esta región entre Colombia y Venezuela tiene capas y capas de verde que se extienden por más de un millón de kilómetros cuadrados, convertidas en selva tropical, montañas, bosques, cultivos y vegetación diversa que se entrelaza con una extensa y caudalosa red de ríos.
Esta riqueza natural contrasta con las difíciles condiciones de sus comunidades. Colombia es el cuarto país de Latinoamérica con mayor número de habitantes en extrema pobreza, 15% de la población. Las cifras de Norte de Santander, departamento donde se localiza la región, son más altas que las del promedio nacional (45,5%). Y los datos del Catatumbo son los más altos del departamento (56,8%).
La mitad de la superficie nortesantandereana está ocupada por los once municipios del Catatumbo, en donde habitan casi 290 mil personas, el 21% de la población del departamento. La mitad de ella se asienta en áreas rurales, el doble del promedio departamental que es del 22,3% y del nacional que es el 24,2%. Con estas cifras se podría pensar que la región está habitada especialmente por campesinos en condición de pobreza.
Más específicamente, las comunidades de la zona están integradas por personas catalogadas como sujetos de atención especial: unos 210 mil campesinos, casi 4.000 indígenas del pueblo Barí, 1.300 miembros de comunidades negras, 137 mil mujeres, además de miles de víctimas y desmovilizados de la antigua guerrilla de las FARC-EP, del EPL y de grupos paramilitares.
A este panorama hay que agregar las dinámicas y cifras de la migración venezolana, que para 2021 trajo a más de 187 mil personas a Norte de Santander, el segundo departamento con mayor número de personas procedentes del país vecino. Esta población ha creado comunidades con nuevas necesidades educativas, lo que a su vez ha requerido la creación de nuevas escuelas.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe – Cepal- ha estudiado la economía colombiana. Sus datos han mostrado que el incremento del 10% del nivel educativo de los hogares ha sido clave en las últimas décadas para contrarrestar la pobreza y el desempleo. Con esos mismos datos se puede proyectar que, si se mantuviera el rimo de la inversión en educación, en los próximos quince años se podría reducir la pobreza a la mitad. En Catatumbo ese paso sería aún más significativo, sería un cambio histórico.
La inversión del Ministerio de Educación y el FFIE
El Estado colombiano trabaja para mejorar la infraestructura educativa que sirve a niños, niñas y adolescentes del Catatumbo, como parte de la implementación efectiva del Acuerdo de Paz de La Habana y del derecho fundamental a la educación, especialmente en zonas rurales.
El Fondo para el Financiamiento de la Infraestructura Educativa (FFIE) y el Fondo Paz desarrollaron obras de mejoramiento de sedes educativas en La Gabarra y en corregimientos y veredas en el margen del río Catatumbo, en el municipio de Tibú; con una inversión de más de 800 millones de pesos para beneficiar a más de 200 estudiantes.
Varios salones, aulas de informática, un comedor, una cocina, baterías sanitarias y una cancha fueron construidas no solo para beneficiar a las niñas, niños y adolescentes, sino que han generado un cambio en las dinámicas de los maestros, padres, directivos y docentes para quienes la escuela es el centro de la vida comunitaria.