En zonas rurales, más de 4.000 estudiantes han disfrutado las 21 residencias escolares que el Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa (FFIE) ha ampliado y mejorado

¿Ha considerado usted que más de 35.000 niños, niñas y adolescentes duermen y viven en sus colegios para asistir a clases todos los días? Estos estudiantes habitan en las residencias escolares dispuestas por el Estado en 18 departamentos del país.

Ingenieros, arquitectos, contratistas y técnicos al servicio del Fondo de Financiamiento Educativo (FFIE) han movido ladrillos, cemento, láminas de metal, vidrio, tabletas, pintura y otros materiales hacia 21 residencias escolares en distintas regiones del país, para darles a más de 4.000 niños, niñas y adolescentes un entorno de vida y estudio de mayor calidad.

Las residencias escolares son la estrategia implementada por el Estado colombiano para garantizar el derecho a la educación en áreas donde la población está altamente dispersa y la movilidad se convierte en una barrera para llegar a las escuelas.

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Vivir y estudiar en el colegio: la garantía del derecho a la educación en zonas rurales de Colombia

Cientos de niñas y niños han estrenado las 21 residencias escolares que construyó el Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa (FFIE), con una inversión de 20.731 millones de pesos, para garantizar el derecho a la educación en condiciones dignas para zonas rurales y de difícil acceso.

El despertador suena, se escuchan voces adultas de la familia: ¡Es hora de levantarse! Son las cinco de la mañana. En CaliIbagué y Barranquilla niños y jóvenes se estiran para combatir la pereza entre las sábanas de su cama. ¡Rápido, rápido! Deben apurarse a pesar de la modorra matutina para alcanzar a bañarse, vestirse y desayunar. Ya se escucha el pito de la ruta escolar. Otros se apuran en sus bicicletas, varios más caminan o corren con el morral. Es hora de ir a clases. 

Son las cinco de la mañana. En Guaviare, Olga, Zuly y Yosimara escuchan la alarma. La profesora grita: ¡Es hora de levantarse! Un calor húmedo las expulsa de la cama, dos de ellas durmieron juntas por necesidad. Anoche llovió y el colchón de la parte superior del camarote sufrió por las goteras. El viejo techo de madera y zinc tiene sus problemas. Hay fila en las duchas de las niñas. Una de las más pequeñas arrastra la toalla, tiene siete años. Suena la campana del desayuno, tienen 30 minutos para comer y para hacer aseo. Recogen sus cuadernos y cruzan la cancha que separa las habitaciones de la residencia escolar de los salones. Son las 7:00 a.m. Es hora de ir a clases.

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Inversión en educación rural y residencias escolares, protección del campesinado y la paz

El FFIE ha invertido 20.731 millones de pesos en las obras de 21 residencias escolares. En algunos territorios en los que continúa el conflicto armado, las comunidades, rectores y profesores ven las residencias como un lugar de protección de los menores contra el reclutamiento forzado.

La inversión en residencias escolares también permite cumplir con una parte del Acuerdo Final de La Habana y con el Plan Especial de Educación Rural (PEER), que busca erradicar el analfabetismo en las áreas rurales, promover la permanencia productiva de los y las jóvenes en el campo y acercar a las instituciones educativas regionales al desarrollo rural. 

Los rectores y secretarios de educación de algunas regiones expresan que las residencias también han contribuido para proteger a niños y niñas del reclutamiento forzado de grupos armados.

Julia Castellanos, de la Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado (Coalico), aclara que “este tipo de infraestructura se convierte en un lugar protegido y protector. Protegido porque tiene salvaguardia y reconocimiento de la comunidad. Y protector porque efectivamente permite, primero, que el acceso al derecho a la educación sea real y porque evita desplazamientos y riesgos, por ejemplo, en zonas que tienen contaminación por minas o artefactos sin explotar. Sin embargo, también hemos identificado residencias escolares que han sido focalizados por los actores armados, quienes entran de manera permanente, hacen alusión a su a su actuar político y delictivo, y someten a esa comunidad estudiantil a las dinámicas de control”.

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