En zonas rurales, más de 4.000 estudiantes han disfrutado las 21 residencias escolares que el Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa (FFIE) ha ampliado y mejorado

¿Ha considerado usted que más de 35.000 niños, niñas y adolescentes duermen y viven en sus colegios para asistir a clases todos los días? Estos estudiantes habitan en las residencias escolares dispuestas por el Estado en 18 departamentos del país.

Ingenieros, arquitectos, contratistas y técnicos al servicio del Fondo de Financiamiento Educativo (FFIE) han movido ladrillos, cemento, láminas de metal, vidrio, tabletas, pintura y otros materiales hacia 21 residencias escolares en distintas regiones del país, para darles a más de 4.000 niños, niñas y adolescentes un entorno de vida y estudio de mayor calidad.

Las residencias escolares son la estrategia implementada por el Estado colombiano para garantizar el derecho a la educación en áreas donde la población está altamente dispersa y la movilidad se convierte en una barrera para llegar a las escuelas.

Muchas de estas instituciones, anteriormente llamados internados, fueron construidas años atrás, incluso décadas, por comunidades religiosas, según las posibilidades o limitaciones arquitectónicas de materiales e infraestructura de la zona y la época. En todo el país, según cifras del Ministerio de Educación a 2021, existen 551 residencias escolares.

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Por esta razón, algunas de ellas se encuentran en edificios antiguos que demandan mantenimiento, mientras que otras funcionan en estructuras que ya no deberían utilizarse o que no cumplen con las condiciones de bienestar para los niños.

El Ministerio de Educación, por medio del Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa (FFIE), ha invertido 23.039 millones de pesos en la construcción y mejora de 21 residencias escolares en nueve departamentos, para que estas edificaciones no sólo sigan resistiendo vientos y tormentas, sino que desafíen con más fuerza las adversidades de la distancia y la movilidad.

A la hora de hablar de construcción de las residencias escolares, las necesidades sobrepasan la disposición de aulas con tableros. Se requiere diseñar y equipar baterías sanitarias, cocinas, comedores, sistemas sépticos, zonas de lavado, espacios de recreación y de encuentro, entre otros espacios de aprendizaje y bienestar.

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Uno de los desafíos más complejos, que absorbe una gran parte del presupuesto asignado, es el transporte de esos materiales de construcción hasta las zonas en donde se ubican las residencias. Insumos como la grava, la arena o los elementos de relleno, especialmente pesados, se adquieren en lugares cercanos a las obras, para facilitar su transporte, ya de por sí dificultoso por su peso. 

La otra parte del material se lleva por trochas hasta los puertos de ríos casi siempre extensos. Por ejemplo, en el caso de la residencia de Lagos del Dorado en Miraflores, (Guaviare, Colombia) los suministros se compraron en San José del Guaviare y se transportaron hasta Puerto Zancudo, donde fueron embarcados en canoas, bongos, deslizadoras, lanchas de ocho a diez toneladas, que sortearon las serpenteantes curvas del río Vaupés hasta llegar al resguardo indígena. Esta odisea tomó entre una y dos semanas, según la carga.

Algunos contratistas optan por el transporte aéreo. Retomando el ejemplo anterior de la residencia de Lagos del Dorado: el recorrido inicia en San José del Guaviare, donde los materiales son subidos a un avión de carga los sábados, el único día de la semana en que operan vuelos de este tipo. Luego, la ruta sigue hasta Miraflores, donde el cemento, los ladrillos y otros materiales son llevados al muelle para ser transportados por vía fluvial hasta Lagos del Dorado. De esta forma, el recorrido tarda sólo dos días, pero los costos se duplican, como mínimo.

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En conjunto, el FFIE ha intervenido 15.578 metros cuadrados en las 21 residencias escolares en las que ha realizado obras. Esto equivaldría a construir 155 apartamentos de 100 m2, la edificación de la Biblioteca Virgilio Barco de Bogotá, dos recintos como el Teatro Santander de Bucaramanga y tres veces la sede del Museo de Antioquia en Medellín.  

Más aún, las obras de las residencias escolares se llevaron a cabo en Caquetá, Casanare, Guainía, Guaviare, Huila, Meta, Nariño, Putumayo y Santander, donde el Fondo construyó 96 dormitorios, 35 baterías sanitarias, 31 habitaciones para los docentes acompañantes, 23 lavanderías, 10 cocinas, entre otros espacios. El resultado es que tanto estudiantes como profesores cuentan con refugios seguros, cómodos, resguardados de la lluvia, la humedad y otras inclemencias climáticos y peligros del entorno natural. 

En cada ladrillo asentado y en cada metro de cemento vertido, el Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa (FFIE) ha esculpido una narrativa de cambio y superación en las regiones más apartadas.

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El equipo del FFIE es consciente de que el reto de transportar materiales, construir y mejorar la infraestructura sólo es un preludio; los ingenieros, arquitectos y obreros entienden su labor no como la simple colocación de techos y ladrillos, sino como la construcción de hogares para más de 4.000 niños, niñas y adolescentes en zonas rurales y campesinas de Colombia. Juan Guillermo Vélez, coordinador del área de mejoramientos del Fondo, subraya que su propósito “trasciende la construcción material y se enfoca en brindar posibilidades para las futuras generaciones en estas zonas, permitiéndoles continuar estudiando”.